jueves, 19 de marzo de 2015

Crónicas de Amor en el Exilio: "Palabras de Amor"


En nuestro cole, en los ochenta, estaba de moda escuchar a La Nueva Trova (siempre y cuando las canciones no nombraran ni al Che, ni a Fidel). Yo recuerdo con cariño “El Unicornio Azul,” cantado por Silvio, “Yolanda,” por Pablo y “Palabras de Amor,” en la voz de Soledad. “Teníamos quince años…,” y todas las palabras de amor, como dice esta última canción, eran aprendidas de "antiguos comediantes" del mismo teatro, y me sonaban a promesas falsas a pesar de que mi niña-princesa interna insistía en hacerme creer, que al menos en otra dimensión, podrían ser realidad.
Nuestro amor estaba prohibido entonces, no solo porque tu camisa era azul y la mía beige…es que era unidireccional, cariño! Y yo no estaba interesada más que en escuchar tus cuerdas vocales y las cuerdas de tu cuatro, y en cantar contigo hasta quedar ronca.
Tres mil y pico de meses después me inundas del mismo amor adolescente que me profesabas en secreto, y yo, hastiada de mi incredulidad de décadas, del desamor y del cinismo, propios y ajenos, decido creer que tenemos 15 años y que amar así, como adolescentes, es posible. Que uno puede cambiar de dimensión, a discreción. Que uno puede vivir varias vidas paralelamente y ser alguien diferente en cada una.
En esta dimensión tus ojos aguados al reencontrarnos, la estrechez de tu abrazo, el rubor de tu rostro, tus palabras, acciones, el roce de tus dedos, tu mirada, el timbre de tu voz, me hacen guardar cada instante contigo en un album de barajitas como las que coleccionaba en primaria, aquellas que decían “Amor es…” con dos muñequitos en paños menores, pero sin vergüenzas, en una colección de cursilerías a color que las niñas intercambiábamos ávidas a la hora del recreo. Será porque creíamos en aquella fantasía cursi, o porque la primera en completarlo se llevaría algún premio? Luego crecimos y le agradecimos a la vida haber botado aquel album, con vergüenza y casi con asco, antes de llegar al bachillerato, cuando comenzarían los dolores mas fuertes de ese músculo insensato llamado corazón.
Pero el album esta vez es mental y no pienso botarlo. Coleccionar las barajitas no me da vergüenza. Y no quiero llenarlo nunca, porque quiero que sea infinito.
La madurez hace que dejen de importarnos las opiniones de terceros, hasta de mis otros yo, esos que habitan las otras dimensiones. Así que mi yo de esta dimensión se alboroza con su colección y la atesora, la revisa una y otra vez y se regocija como que si tuviese quince, otra vez.
“Amor es…” que pase una vida entera y me quieras tan lindo como ayer, y que esta vez, al menos en una dimensión desconocida, de alguna manera, yo pueda corresponderte, agradecerte, VERTE.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario